La resistencia by Ernesto Sabato

La resistencia by Ernesto Sabato

autor:Ernesto Sabato [Sabato, Ernesto]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 1999-12-31T16:00:00+00:00


El hombre, el alma del hombre, está suspendida entre el anhelo del Bien, esa nostalgia eterna de amor que llevamos, y la inclinación al Mal, que nos seduce y nos posee, muchas veces sin que ni siquiera nosotros hayamos comprendido el sufrimiento que nuestros actos pudieron haber provocado en los demás. El poder del mal en el mundo me llevó a sostener durante años un tipo de maniqueísmo: si Dios existe y es infinitamente bondadoso y omnipotente, está encadenado, porque no se lo percibe; en cambio, el mal es de una evidencia que no necesita demostración. Bastan algunos ejemplos: Hitler, las torturas que se cometieron en América latina. Son esos momentos en que una y otra vez me repito ¡cuánto mejores son los animales! Sin embargo, qué grandiosa y conmovedora es la presencia de la bondad en medio de la ferocidad y la violencia.

La bondad y la maldad nos resultan inabarcables, porque suceden en nuestro propio corazón. Son, indudablemente, el gran misterio. Esta trágica dualidad se refleja sobre la cara del hombre donde, lenta pero inexorablemente, dejan su huella los sentimientos y las pasiones, los afectos y los rencores, la fe, la ilusión y los desencantos, las muertes que hemos vivido o presentido, los otoños que nos entristecieron o desalentaron, los amores que nos han hechizado, los fantasmas que, en sus sueños o en sus ficciones, nos visitan o acosan. En los ojos que lloran por dolor, o se cierran por el sueño pero también por el pudor o la astucia, en los labios que se aprietan por empecinamiento pero también por crueldad, en las cejas que se contraen por inquietud o extrañeza o que se levantan en la interrogación y la duda, en fin, en las venas que se hinchan por rabia o sensualidad, se va delineando la móvil geografía que el alma termina por construir sobre la sutil y maleable piel del rostro. Revelándose así, según la fatalidad que le es propia, a través de esa materia que a la vez es su prisión y su gran posibilidad de existencia.

El arte fue el puerto definitivo donde colmé mi ansia de nave sedienta y a la deriva. Lo hizo cuando la tristeza y el pesimismo habían ya roído de tal modo mi espíritu que, como un estigma, quedaron para siempre enhebrados a la trama de mi existencia. Pero debo reconocer que fue precisamente el desencuentro, la ambigüedad, esta melancolía frente a lo efímero y precario, el origen de la literatura en mi vida.

En los tratados, el escritor debe ser coherente y unívoco y por eso el ser humano se le escapa de las manos. En la novela, el personaje es ambiguo como en la vida real, y la realidad que aparece en una gran obra de ficción es realmente representativa. ¿Cuál es la Rusia verdadera? ¿La del piadoso, sufriente y comprensivo Aliosha Karamazov? ¿O la del canalla de Svidrigailov? Ni la una ni la otra. O, mejor dicho, la una y la otra. El novelista es todos y cada uno de sus personajes, con el total de las contradicciones que esa multitud presenta.



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